28 abril 2016 | Internet

La inversión con impacto social y ambiental, aún incipiente en el país

En la Argentina se habla ya con naturalidad sobre temas de Responsabilidad Social Empresaria (RSE) y sustentabilidad en los negocios. Aun así, la inversión de impacto es uno de los términos que menos se menciona cuando se debaten las prácticas sustentables.

Una inversión de impacto permite al inversor buscar un retorno económico al apostaren compañías, fondos u organizaciones que se alinean con sus intereses. Mediante esa inversión se obtiene además un beneficio social o medioambiental que genera un impacto directo en el entorno de la empresa y de la comunidad donde opera.

Nos acostumbramos a ver cómo las organizaciones de la sociedad civil (OSC) tomaron causas medioambientales o sociales como propias y cómo el público en general se habituó a creer que, desde el sector privado, no hay intenciones de resolver algunas de las problemáticas que afectan a la sociedad. Así, las inversiones de impacto destronaron el mito que existió por décadas de que los problemas ambientales y sociales deben ser solucionados sólo por los gobiernos, las OSC o las fundaciones benéficas con esos fines.

El mercado de inversión responsable e impacto ofrece diversas oportunidades para quienes desean atender estos problemas. Entre los que se interesan por esta nueva forma de hacer negocios están los bancos, los individuos de alto poder adquisitivo, los fondos de pensión y los organismos institucionales. Incluso se ve un marcado crecimiento de fondos de inversión que operan en este segmento. Para tener una idea de su dimensión, la inversión de impacto representa un mercado global de 60.000 millones de dólares.

Mejor performance

No sólo es posible obtener retornos financieros superiores al ocuparse de cuestiones sociales o ambientales vinculadas con un negocio en particular, sino que también es posible reducir el riesgo operacional, facilitar la transparencia y promover modelos de negocio duraderos. En términos de resultados objetivos, los estudios muestran que el 90% de las empresas que tenían en cuenta cuestiones medioambientales, sociales o de buen gobierno corporativo superó en performance a la media del mercado.

En los últimos tiempos se ha observado un cambio de paradigma en el mundo de las inversiones impulsado tanto de arriba hacia abajo como de abajo hacia arriba.

Por un lado, la crisis financiera de 2008 impulsó cambios regulatorios importantes que obligan a los inversores a considerar cuestiones medioambientales, sociales y de buen gobierno corporativo en el análisis de la inversión.

Es cada día más evidente que no considerar el impacto social o medioambiental que la actividad de una empresa genera representa mayores riesgos asociados con su tarea, y casos como el escándalo de las emisiones de gases de los autos de Volkswagen demuestran que el valor de esas compañías corre grandes riesgos cuando se desatienden estas cuestiones.

De abajo hacia arriba tener éxito y un impacto positivo en la sociedad ya no son vistas como dos cuestiones incompatibles, sobre todo desde la perspectiva de los jóvenes (millennials) que están ingresando al mercado laboral en este momento. Ya no sólo quieren lograr el éxito económico, sino también encontrar la manera de resolver algunos problemas sociales relevantes para ellos.

Por otra parte, los consumidores demandan que los productos que compran no sólo no dañen el medio ambiente y las sociedades donde operan, sino también generen un impacto positivo a través de su producción. El surgimiento y auge de las Empresas B en nuestro país y en el resto del mundo son una muestra clara de esta demanda y de este cambio de abajo hacia arriba.

La Argentina no se encuentra ajena a estas transformaciones que se vienen evidenciando en el mundo, y de a poco comienzan a darse importantes pasos en la dirección correcta. En marzo de este año se creó el Grupo de Trabajo en Inversión de Impacto para Paraguay, la Argentina y Uruguay. El mismo unió a actores clave dentro del gobierno, inversores, empresas, OSC y emprendedores sociales de estos tres países, con objeto de crear los cambios necesarios a nivel académico, regulatorio y empresarial, para fomentar los negocios de impacto en la región. Así, empresas que incorporan los temas de ambiente e impacto social en sus modelos de negocio, incubadoras de proyectos, fundaciones, inversores, emprendedores y agencias gubernamentales encuentran un lugar en común para impulsar estas prácticas y establecerlas en sus ámbitos de trabajo, con el fin de crear una economía nacional sostenible y más equitativa.

Localmente, empresas como Acrux, Equitas, Njambre, Social Lab y Nxtp Labs trabajan cotidianamente buscando obtener un impacto sostenible en los proyectos en los que invierten sus fondos. Estas empresas están comenzando a crear el ecosistema necesario para atraer a los grandes inversores internacionales que buscan desplegar sus fondos en proyectos que proveen beneficios para la economía y sociedad de una manera limpia, sostenible y transparente.

Fuente: La Nación

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