El avance de los negocios de triple impacto ya no tiene marcha atrás y hoy ninguna empresa puede pensar en obtener beneficios económicos sin tener en cuenta el efecto social y ambiental; lo exigen los consumidores, pero también los empleados; los CEO y los emprendedores.
Sustentabilidad es un término que adquirió tanta transversalidad que ya ingresó en ámbitos tan disímiles como el jurídico y el de las inversiones. Este tema fue abordado en el primer panel de la jornada de Sustentabilidad, organizada por LA NACION y que estuvo integrado por Diego Luzuriaga, director de la Escuela de Posgrados del ITBA; Constanza Connolly, abogada senior del estudio Beccar Varela y cofundadora de Grupo Jurídico B; María Laura Tinelli, cofundadora de Acrux Partners; y Andrés Nápoli, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN); y fue moderado por la periodista Carla Quiroga.
El recorrido es largo y tiene varios caminos para llegar a un mismo destino: una organización redituable y sustentable.
El rector del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), José Luis Roces, explicó cómo la universidad puede aportar a crear una mentalidad sustentable en todo el liderazgo. Dijo que, finalmente, en la Argentina están llegando a conciliarse dos dinámicas empresariales que durante décadas estuvieron separadas: la económica y la social. El rédito para aquellas firmas que logren unificarlas es la credibilidad, argumentó.
Por su parte, Diego Luzuriaga (ITBA) aconsejó alejarse de la “teoría de los dos bolsillos”, una visión de los inversores que implica que el negocio y la sustentabilidad corren por vías distintas, y explicó sus consecuencias para los proyectos de triple impacto. Constanza Connolly (Beccar Varela) habló de la ley de sociedades de beneficio e interés colectivo, mientras que Andrés Nápoli (FARN) explicó por qué es importante que la Argentina cuente con una normativa de evaluación de impacto ambiental a nivel nacional, y María Laura Tinelli (Acrux Partners) describió su trabajo en un fondo de inversión de triple impacto.
Luzuriaga cofundó y estuvo al frente de Equitas Ventures, un fondo de triple impacto formado por inversores argentinos que entre 2010 y 2014 apostó por 10 proyectos. “Logramos establecer que el concepto era posible”, resumió, y explicó que las de triple impacto son inversiones difíciles de traccionar por “la teoría de los dos bolsillos”: negocio y sustentabilidad no se unen sino que corren por vías distintas, cuando el segundo concepto debería estar “embebido directamente en el modelo de negocios” y no incluido como una “práctica compensatoria”.
Tinelli habló de inversiones, su especialidad. Primero hizo una introducción sobre la evolución del triple impacto: “A principios de este siglo, los inversores contrataban abogados para calcular el riesgo y expertos en futurología para el retorno. Hoy pasamos a una triple visión: riesgo, retorno e impacto. El que no está mirando esto, está yendo para atrás”, sostuvo. Citó un estudio de Robert Eccles, experto en el tema y profesor de Harvard, que siguió durante 18 años a 180 compañías, 90 de ellas con una mirada estratégica de sustentabilidad y 90 que no tenían buenas políticas en este sentido. “Las empresas que hacían las cosas bien tenían mayor valor accionario que las que no. Esto es sólo un ejemplo de que, si se quiere generar buen retorno, no hay otro camino”, apuntó.
Explicó que en la inversión de triple impacto hay “un avance de pinzas”. Una de esas pinzas la constituyen las nuevas generaciones de trabajadores y consumidores. Otra, los inversores, que desde la crisis financiera de 2008 decidieron seguir principios de inversión responsable. Hoy hay US$ 114.000 millones que se están invirtiendo con una idea de triple impacto. El 4% de esa cifra llega a América latina, pero no todavía a la Argentina. “Que ese capital llegue aquí no es tanto más difícil que lograr que el capital tradicional venga. No podemos mirar esto como un nicho ni bajo la teoría de los dos bolsillos. Cualquier fondo que se quiera capitalizar en el exterior o quiera colocarse en bolsa tiene que mirar esto, y aquí está la pinza que viene desde arriba”, resaltó.
Luzuriaga opinó que el concepto de sustentabilidad pasó de asociarse a lo “verde” a pensarse como “triple impacto”, es decir que además de hacer negocios, las empresas comenzaron a considerar las consecuencias en la sociedad y en el ambiente donde están insertas las empresas. Opinó que las compañías aún se están adaptando “lentamente”. ¿Qué tan relacionados van a estar el modelo de negocios y la sustentabilidad? Para Luzuriaga, mucho, porque ya se empiezan a ver consecuencias en el talento. “Más o menos un 50% de los empleados a nivel global dice que si la empresa donde trabaja no tiene este concepto en su estrategia, se va”, apuntó.
Desde el mundo de las empresas, Constanza Gorleri (Banco Galicia) conectó la sustentabilidad con la retención de talento, y Karina Stocovaz (Natura) hizo lo mismo, pero con las nuevas exigencias de los consumidores. Florencia Salvi (AmCham Argentina) y Francisco Murray (Sistema B) también avanzaron sobre la agenda que viene. Y Robert Strand (Universidad de Berkeley) se sumó a través de las pantallas para hablar del rol de los gerentes de sustentabilidad y de por qué el cargo debe tener “fecha de vencimiento”.
Los emprendedores sociales también fueron protagonistas. Matías González de Biase (FC Bola) narró cómo pasó de una ONG a una empresa con impacto social; Rocío González (Daravi) explicó por qué hay que lograr escala para generar impacto; Matías Fernández Moores (Vacavaliente) recordó cómo sus diseños de cuero recuperado llegaron al Museo de Arte Moderno de Nueva York; Marcos Heyd (La Escombrera) resaltó cómo piensa disrumpir la industria de la construcción con el reciclaje de materiales, y Jerónimo Batista Bucher (Henko) relató cómo sus vasos de algas le abrieron las puertas a un encuentro con la canciller alemana, Angela Merkel.
Fuentes: La Nacion